Notas

ESCENARIO POLITICO

Por José René Rosas

El problema de inseguridad en Sonora, la asignatura pendiente del gobierno de Claudia Pavlovich, lejos de disminuir, crece como bola de nieve. Los ciudadanos, atrapados en el fuego cruzado por la colusión de las autoridades con la criminalidad, los encargados de combatir el problema, son sus aliados.

Si el tema de la corrupción en el aparato de gobierno fue la tumba política de Guillermo Padrés Elías, junto con una camada de cómplices que fungían como servidores públicos, el clima de inseguridad creciente en la capital y el resto del estado, amenaza con convertirse en el Waterloo del régimen de Claudia Pavlovich y del Gabinete de Seguridad que encabeza Adolfo García Morales; no se aprecia en el corto y mediano plazo una estrategia confiable, permanente y sobretodo convincente, que pueda frenar o tan siquiera atenuar, los drásticos efectos de la pérdida de la paz social derivada de la delincuencia, que sin ser alarmistas, representa ya la primera exigencia ciudadana a los gobiernos en turno.

Tal pareciera que, como sucedió al Emperador Napoléon, quien minimizando la fuerza de sus opositores equivocó la estrategia y llevó al ejército francés a la derrota en la Batalla de Waterloo que a la postre fue clave para su caída definitiva, a la actual clase política que gobierna la entidad, también parece que tienen la percepción equivocada de la gravedad de lo que realmente sucede hacia debajo de su nube de poder, los agravios hacia una población indefensa por parte del crimen organizado comienzan a despertar la ira, la decepción y la impotencia ciudadana, que más tarde que temprano se volcará a las calles, a tomar tribunas y alzar la voz para ser escuchados, para exigir soluciones a un gobierno incapaz, que concentrado en hacer negocios lucrativos para sus miembros distinguidos, descuida lo esencial.

Lo que acontece en Hermosillo, Nogales, San Luis, Cajeme y otros municipios, pronto se extenderá a todas partes, porque no hay territorio que no sea oportunidad para que los tentáculos del crimen obtengan beneficios en todos las categorías, robos, asaltos, extorsión, menudeo y todo lo que se deriva del incremento de la inseguridad, factores que combinados con el deterioro del tejido social los estragos de la proliferación de las drogas sintéticas, entre otros, causan un efecto multiplicador de proporciones inmensas, que a medida que avanza el tiempo, crecerá como una gigantesca bola de nieve que arrastrará, no solo a los estratos bajos de la población, sino que todos están expuestos, las clases medias, altas, hasta la misma clase  gobernante no estará exenta, si no se ataca el problema con urgencia y eficacia.

Sin embargo, la tarea se antoja titánica en el contexto de la colusión que existe, no de ahora, entre el crimen organizado y las autoridades de todos los  niveles, aunque no es privativo de nuestro estado, sí es el principal detonante del clima de inseguridad e impunidad, pues los encargados de combatir los delitos, todas las corporaciones policiacas y sus mandos, están supeditados a los acuerdos políticos de colaboración, de protección, de información, creando un complejo sistema de operación que literalmente, como es lógico, no se diseñó para el combate a la criminalidad, sino para que funcione sin mayores problemas, en un esquema de que todos, los involucrados claro, obtienen sus respectivas ganancias, unos más que otros, el verdadero motor que mueve esa inmensa maquinaria de destrucción social.

En cada municipio, barrio, colonia o comunidad, hay funcionando un sistema logístico de reparto territorial, ahí participan las policías estatales y municipales, en esas demarcaciones establecen sus cotos de poder; a la vez que cuidan los intereses de la criminalidad, operan y vigilan a los ladrones que terminan trabajando para ellos, cada vez que hay un robo domiciliar, de autos, asaltos, y todo lo demás, los elementos saben perfectamente quiénes de los perfiles que ahí hacen sus tropelías, están detrás de cada modalidad saben dónde ubicarlos y los localizan de inmediato pero no para detenerlos sino para que compartan las ganancias del botín, por ello, cuando hay denuncias de los ciudadanos afectados, las unidades nunca llegan o acuden a destiempo. Pero si los ladrones no son de su equipo y no hay utilidad suficiente, puede que los arresten para reportar actividad.

Luego entonces, en este sentido, si los ciudadanos comunes, los que trabajan y pagan impuestos, que lo único que desean es vivir en paz, se encuentran en medio del fuego cruzado, si los bombardean de ambos lados, no hay para dónde hacerse, si la autoridad, desde el más alto nivel es juez y parte, realmente pareciera que no hay salida, cuesta creer que en Sonora se haya llegado a estos niveles, la paz y tranquilidad, el bien más preciado que se tenía en las ciudades, se está esfumando vertiginosamente, el discurso hueco y poco convincente del Ejecutivo Estatal en relación al tema, ahonda el sentimiento de decepción social, ya no es cosa de partidos, ya no es asunto de colores, filiación política o ideologías, es un asunto de elemental justicia que se está yendo de las manos. Sin demérito de la seriedad y gravedad del problema, como decía el célebre personaje de Roberto Gómez Bolaños, el Chapulín Colorado, ¿Ahora quién podrá defendernos?.