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Intramuros 22 de Julio

A toda la gente del Agua y Douglas, igualmente al Movimiento de regeneración Nacional (Morena).

La mujer pasó por entre los dos hombres platicando en la banqueta por fuera de la oficina de Te-légrafos Nacionales. Clava sus ojos con significativa mirada en el más bajito y pasa de largo hasta de-tenerse en la esquina en espera de alguien, de algo. No tarda en aparecer el tipo chaparrón al que insinuara me-diante sus ojazos. El galán súbito la saluda desde el auto un LTD azul añil con el toldo blanco especie de lanchón aplastado modelo de la década de los 70s: “Buenas noches morena, por qué tan solita?, vayamos a dar la vuelta por ahí”. “No, no gracias, espero a alguien!”. “No va a venir amor vente!”.

La joven mujer que lo único que busca ese atardecer es aventura. “Finalmente” accede. Con naturalidad aborda el auto, viste pantalón negro con blusa roja, hembra sen-sual, oscura, ondulada y larga cabellera, el resto del físi-co aporte de todo, parejita la chavala… El suertudo no pasa de ser un güerillo, no mal parecido y ojos claros, le envuelve un halo desabrido, sin chiste, de actitud más bien sangroncilla, chocantito. Ella profunda conocedora, experta en el manejo de las más disímbolas características de los hombres, calcula este menso con aires conquistadores qué me puede durar, aunque a veces le gustan sí y rete mucho los hombres, también el dinero de ellos. Cobra porque si nó, se sala, lo sabe, el culo cuesta, también desde siempre está convencida desde el principio no fue puta novel o pendeja, pero eso sí, ardiente, mucho. Ya con ella el cuate le da para el expendio de la cerveza Mexicali, marca cervecera de la que es importante firma su suegro. Adquieren un doce y salen a perderse por la carretera. Kilómetros adelante desvían por breve trecho de terracería hasta llegar a la falda de un promontorio dominante del valle, bajan y tomados de la mano escalan la lomita hasta la cúspide. Se divisan por encima del oscuro solitario paraje, las lucecillas de la ca-pital. Acomoda detrás de ella y la abraza, con una mano palpa sus senos, con la otra sostiene el bote de cerveza. Beben. Ella siente la rigidez del animal erecto repechado a su cuerpo, siguen tomando casi parejo, nota como el sujeto no emborracha. La cachondeada no cesa, a la dis-tancia el lucerío de la gran ciudad tilila. En el lugar im-pera el silencio, tan sólo se escucha la agitada respiración del macho al acelerar quien ya maniaco exclama con la corrientéz de su clase: “Ora sí vamos a culiar!”

Descienden hasta la plana lancha, entrando al asiento trasero de amplitud apropiada al tema, -“donde se echan los palos de golf”, suavizó una vez el maestro Eugenio Derbéz.. y a lo que habían ido. Tiro de superlativa graduación!. Complicósele un tanto a la muchacha, se vino dos que tres “sinsaca” y el gañán nada, a puro dale que dale.. los minutos corrían… “Ya mijo!”, “No, está muy bueno todo esto!”. Zaz, zaz, zaz, nadita el vale, andaba drogado!, pero la pinga se mantenía enhiesta como fusil.

Luego ella de entrada le había subido las piernas hasta colocar las plantas de los pies en el techo de la bajísima lancha LTD, modelo 1970, pues como no iba a engolosinar el güerejo, de suyo pesado y fastidioso cuanto fo-goso. Veteranita en el menester no le insistió, dejándolo concentrara en el coito, meneándosele con voluptuosidad de piruja excepcional.

“Si tu vieja no te llena, yo sí cabrón”!!. Quiso Dios medía hora más tarde por fin lograra descargar la ica…. Profesional, tan luego como el ahora ya capitulado flácido falo repliega, sólo limpia con el blanco calzón, no sin antes hacer lo propio con ella misma. Lo guarda en su bolso, extrayendo otro para ponérselo. “Para que se acuerde”. Ya vestidos beben sendos botes más, los úl-timos. Devuelven a la capital y en el trayecto el güero mula comenzó tendencioso rollo: “Gracias mija me has proporcionado un momento de placer inimaginado, así me gustan las hembras, apasionadas, fogosas, nobles, desinteresadas”. No será cosa fácil cuentrar a una mujer con mundo, mucho mundo.

“Hum, este imbécil se me quiere bañar”. No cesa el cliente balín tirando verbo neleado, que a él le gustan las muchachas como ella, no las putas materialistas, metálicas, monetizadas… Ella se mantiene atenta, asintiendo como boba madereada, orgullosa de ser tan pendeja.., ¿imaginan?

Arriban a las goteras, adentrando a las primeras arterias, ya vienen por la Sánchez Taboada, ella de pronto le da expresivas gracias, igual, diciéndole “también la pasé in-creíble, algo inimaginable e indescriptible quizá irrepetible”. En la intersección Gral. Agustín Olachea y Gral. Cuenca Díaz le pide le permita apear del coche, alcoba secreta e itinerante. El güerillo incoloro e insípido, hasta para hacerla pujar hacía apenas unos momentos, ahora más pálido tras su ágape con la chava morenaza de fue-go, atiende y se apega a la acera para que descienda.

Burlón le dice: “Dios se lo pague, que muchas, muchas, muchas gracias, hay te ves chiquitita”.

Ella por su parte a modo de despido responde con gracioso mohín enviándole un beso arrojado con las yemas de los dedos que arrepegan de sus carnosos labios.

El idiota aleja en la lancha de antieconómico motor V8, quemador de gas a lo güey, por lo mismo opta llenar el tanque en la próxima estación. Mandilón disfrazado de liberal cabrón, sabe su señora propietaria entre otras mu-chas chingaderas le revisará el marcador de la gasolina, enterando cuanta quemó ese día. Le cuestionará dónde anduvo, con quién, qué hizo, mujer-fiscal la suya. Pagos los de él por haber casado de braguetazo, hija del más importante socio de la cervecera líder de la fronteriza capital.

“Lléneslo”, ordena con prepotencia al empleado que lo atiende servicial y actitud amable, luego se presenta ante él por el importe del consumo pero el cobro no prospera. El cuate por más que se ha buscado no da con la cartera. “Me la chingó esta pinche leandra alacramana..”. El empleado ni frío ni calor, a él sus timbres…

Lejos a salvo, la morena sexi conforme, serena no cabe de gusto, ha extraído fajilla de billetes color café mexicano y verde dólar arrojándola por los aires, aún hinchada de papeles de gran importancia sólo para el propietario, no hay remordimiento en absoluto: “No fornicarás, no hurtarás”. Ella hace mucho mandó al infierno apartado hipócritas, a toda la iglesia occidental. “Imbécil, con 20 dólares que me hubiera pagado estaría yo tan feliz como ahora cuajada que estoy…!!”

La cartera la encontró en sus pies, se le había salido de la bolsa trasera cuando antes de subir al cerrillo mirador, alambrado la quiso poseer en el asiento delantero. Fue sólo escarceo, pues los dos convencieron era incómodo y prematuro, mejor dejar ella se entonara decidió él.

En vista mostrara piedra, tacaño, aseguró la paga, autoliquidación justiciera. ¡Por eso pasó lo que pasó..!!.

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