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Intramuros 2 de Spetiembre

A David Lugo…

Procedente de Culiacán vía la Capital de México, a donde pasó a recibir la charola de Judifede, cuyo costo fue de 80 mil, es que arribara a la virginal frontera el comandante Quintero Nava para encargarse del combate al incipiente narco local, en teoría solo. El vino, en los hechos a abrir la frontera al contrabando en gran escala. Activo e inteligente pronto empadronó a la mayoría de los bucólicos narcos regionales, que disciplinados y obedientes se le cuadraron a la voz de firmes!

Qué años aquellos, no que ora los federales son “correveimátalo” de sus amos, los lores de las drogas.

El comandante Quintero Nava, proclive al buen trago, coca y a las mujeres, era alegre, jalador y retecabrón. Nada se le pasaba por alto, corpulento, de cara picada por atrocidades del acné juvenil, aguantador y carrera larga tanto para el alcohol, drogas, como para el sexo. Hizo mucha lana e igual mucho culo compró, aún cuando su fuerte maniacón, como también lo fuera, era, las mujeres y queridas de sus subordinados los contrabandistas muy en especial Hortensia Ramírez atractiva esposa propietaria de Valle, capo internacional asociado y muy adicto al comandante a quien hizo compadre.

Nomás quería aventarle one-two-three a la comadrita: “Compa va tener que ir a recibir correo de Badiraguato a Magdalena”. Apenas iría saliendo el mensajero de la población y ya estaba Hortensia sin calzones haciéndose bolas con el comanche en su suite del Yolanda, su aposento y cuartel general. David Lugo el eficiente y fiel asistente encargaba de un todo a todo de su seguridad y salud. Quintero Nava era epiléptico, en sus ataques fre-cuentes había que atenderlo con rapidez suministrándole los medicamentos prescritos. Pero qué ¡bah!, ahorita el jefe policiaco tiene contra las racas a doña Hortensia quien pese a poseer profundo del sabor reconoce las di-mensiones del eréctil animal, sintiendo le pega durísimo en el fondo vaginal, obligándola a emitir “aayy, aaayy, aaayy, que provoca enloquezca de lujuria el afanoso comandante arreciando más y más en cada embate el émbolo hasta ultimar el trámite.

Lugo, hombre joven, de una sola pieza, cada y cuando checa el dato pegando oreja a la puerta del caliente no-vio; no hay morbo es sólo parte de la rutina en la delicada chamba del velar la salvaguarda del excedido amigo y jefe. “Jodido hombre, no va quedar a gusto hasta que le truene la bomba”.

Ya fosilizaba en la UNAM cuando estallara el conflicto estudiantil del 68, con todo y eso fue a dar a Lecumberri, saliendo 2 años después, se andaba dando contra las piedras cuando se conocieron él y Quintero Nava, quien lo aprobó ofreciéndole fuera su ayudante. Por seguirle la onda a sus padres había sido se inscribiera en la universidad, capacidad tenía, vocación no. Tiró la toalla, en eso involucró quién sabe cómo, en el lío contra la mafia del sátrapa Díaz Ordaz. Ahora no la pasaba mal, trabajo, riguroso, exigente sí, pero buena paga, todo gratis y muy buena vida. Con novia de lado americano ansiosa de emigrarlo y llevárselo con ella pa’ siempre de los siempres.

Francis, muchacha noble, amorosa a lo mejor un día se animaba echarse la soga al cuello. Aunque hoy por hoy mucho se le afiguraba que nomás nones. Una tarde de canicular calor, estando en el lobby el ambiente le adormeció unos instantes, se despertó, había alcanzado a soñar a una muchacha jovencita con un nenito dócil, morenito con el que jugaba. Se vio como muy apuntado con la chica de muy blanca tez. Ella jala con él, comedido se ve, barriendo lodosa agua con una escoba gastada, vieja. Se da cuenta no podrá con el lodazal pero el amorío promete consolidará. Amor del bueno sin sexualidad, poético; ya despierto ve la hora, ha dormitado 25 minutos. Incorpora y corriendo sube los escalones yendo hasta el cuarto del jefe, al llegar a la puerta atrancada escucha gritos de mujer; toca al seguir escuchando llantos y gritos de terror usa la llave maestra que siempre carga consigo, abre, entra, lo primero que mira es al jefe completo boca arriba echando espuma por la boca, de la gaveta del pequeño buró extrae el frasco de fenobarbital, medicamento prescrito para el tratamiento de la epilepsia. Tras limpiarle el espumaraje le administra 2 pastillas levantando su cabeza y haciendo pase medio vaso de agua por su garganta. Ante la emergencia apenas sí reparó en la muchacha, también desnuda y sangrando de abajo. Ya la había visto antes y corrido, pues no era mujer para el “mocho” de su pa-trón y amigo el comanche federal Quintero Nava. Como él suponía, capaz la reventara!. Muchachita demasiado tierna, esmirriada, no poseía cavidad suficiente para albergar la descomunal bestezuela del viejón. La metió al baño ayudándola a secar o achicar el sangrado, ya que se logró, le hizo vestirse. De su cartera le dio unos billetes diciéndole con enojo “pínteseme mucho a la chingada y no quiero volver a verla por aquí nunca, jamás”. La chicuela todavía asustada salió a perderse en tanto el comandante ya roncaba acompasado, a salvo. Pero ha pa’ susto de su eficaz lugarteniente: “Creo voy a repensar, a reconsiderar la propuesta de mi Francis”.

Auto Bahn J.M. “Chémali” Montaño…

“Ahora sí ya es imposible”, ya me convencí, será hasta alleguen los otros gambusinos a peticionar el voto cuando la gente de la zona que comprende los 400 metros de la moderna autopista inteligente Auto Bahn José María Montaño Terán (Bulevar de la 6), les cante la sopa: Porfa y notariadamente 4 altos en la intersección con la calle 9. Oigan, pasan a madre camiones, trailers unos cargando hasta 6 carros para pipas, señoras pipas del gas, gasolina todos como si viajaran por la famosa carretera inteligente Alemana Auto Bahn. Aunque jodido económicamente el mundo, éste no para de crecer, gracias a Dios, pero no la chinguen no se pasen de inconscientes. El alcalde que hoy está y todos y todas las presidencias antecesoras han mandado al carajo la solución al negocio, valiéndoles la seguridad de “su gente”. Caprichudos, cabrones, indiosíngratas, sacan de onda por Diosito santito.

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